Un Antídoto contra el Progreso Basado en la Sabiduría Indígena del Pueblo Baduy
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ENSAYO FOTOGRÁFICO POR KIKI NASUTION
Los baduy, también llamados kanekes, habitan desde hace siglos las montañas Kendeng de la provincia de Banten, en Java Occidental. Con una comunidad de casi 12.000 personas en las estribaciones de estas montañas, residen a sólo 120 km de la capital del país, Yakarta. A pesar de su proximidad al mundo moderno y del contacto frecuente con visitantes foráneos, han conseguido resistir las influencias externas. Hoy los Baduy siguen manteniendo su cultura, sus costumbres y su modo de vida tradicional. Kiki Nasution nos lleva en un viaje íntimo con los Baduy, donde aprendemos más sobre cómo esta comunidad indígena ha decidido salvaguardarse de la modernización.
En Banten, la provincia occidental de Java, Indonesia, se encuentra un santuario sagrado de la comunidad indígena Sundanese. En ese territorio aun se practica el sistema de creencias Sunda Wiwitan, la religión tradicional de los Urang Kaneke (El pueblo de Kanekes), también conocidos como el Pueblo Baduy. Los Baduy se dividen en dos grupos: los Baduy del exterior y los Baduy del interior. Los Baduy del exterior viven en las zonas exteriores del territorio de Kanekes y se han adaptado ligeramente a la modernidad. Los Baduy del interior viven en la parte más profunda y sagrada del bosque y tienen normas muy estrictas contra el estilo de vida moderno. Cada grupo tiene su propia posición: el Baduy de exterior actúa como fortaleza, mientras que el Baduy Interior actúa como guardián, protegiendo la pureza de su tradición sagrada. Aunque hay algunas diferencias en sus funciones, el deber sagrado es el mismo: proteger la tierra de Kanekes y llevar a cabo el Pikukuh Karuhun (Sabiduría de los antepasados).
El territorio de Kanekes no está lejos de Yakarta, la capital indonesia. Los separan solamente unos 160 km o 4 horas de viaje en coche. Por ello, es fácil ver una multitud de turistas provenientes de la ciudad, sobre todo los fines de semana. Desde principios de la década del 2000 el pueblo Baduy ha visto como la afluencia del turismo no ha parado de aumentar, y mientras el territorio del Baduy exterior tiene más flexibilidad para acoger a los visitantes, la situación es diferente para los Baduy del interior.
La comunidad interior está formada por tres pueblos sagrados: Cibeo, Cikatawarna y Cikeusik. Cada uno aporta un papel y una función especial a la comunidad, proporcionando agricultura, medicina tradicional y espiritualidad. Según los habitantes de estos pueblos, el verdadero propósito del ser humano es vivir en armonía con la madre tierra y saber lo que significa ser “suficiente”. Han mantenido sus creencias y valores durante siglos. Sus prácticas agrícolas sostenibles son un claro ejemplo de ello y constituyen el principal deber en la creencia Sunda Wiwitan. Tienen tres bosques principales: Hutan Garapan, el bosque obtenible, se utiliza para las necesidades agrícolas. Hutan Lindung, el bosque protegido, se utiliza para fines comunales y se necesita el permiso de los ancianos para poder entrar. Hutan Larangan, o el bosque prohibido, es el único territorio en el que nadie puede entrar. Estos sistemas tradicionales de gestión forestal se encuentran en muchas culturas indígenas de toda Indonesia.
Aunque los baduy saben que este modo de vida les aporta serenidad, admiten que hay un precio que deben pagar. Los baduy del interior deben obedecer una serie de tabúes estrictos. Algunas restricciones les prohíben llevar calzado sin ninguna excepción. Otras les impiden recibir educación formal en la escuela, utilizar medios de transporte o vestir otra ropa que no sea la suya tradicional. En general se espera de ellos que rechacen la modernidad. Estas normas tan estrictas son la razón por la que algunos habitantes del interior se aventuran a Yakarta, caminando sin calzado, durante unos 2-3 días para visitar a sus conocidos o para vender los productos de su cosecha.
Teniendo en cuenta que estas normas tan estrictas son la base de la vida cotidiana de los baduy interiores, es muy fácil juzgarlos si los miramos a través de una perspectiva moderna o si utilizamos el pensamiento progresista. Debemos darnos cuenta de que estas normas no surgieron de la nada, y que se crearon de forma intencionada y con un significado detrás de cada una de ellas. Según palabras de los ancianos de Cibeo, estas normas se diseñaron para que los humanos no se separaran de la naturaleza.
En el caso de la norma que prohíbe llevar calzado, la intención era mantener a los humanos pegados a la tierra, con los pies tocando directamente el suelo, para que no se sintieran superiores. Según los ancianos, llevar calzado significa una barrera que separa nuestros cuerpos de la Madre Tierra, lo que conduce a la degradación de la interconexión.
La regla más conocida en los Baduy del interior, a menudo debatida por los visitantes urbanos, es la prohibición de seguir una educación formal. Según mis conversaciones con los ancianos, evitar la educación formal es un elemento importante de su preservación cultural. Si asisten a la escuela y adquieren conocimientos modernos, se producirá un “Keblinger“. Esta palabra procedente del sundanés, describe el un momento en el que alguien se vuelve “demasiado listo” e intelectual y que, de alguna manera, utilizan esto como herramienta para engañar a la gente con fines codiciosos. Según los baduy, limitando nuestra ingesta de conocimientos o simplemente sabiendo lo suficiente y necesario, la humanidad volverá a su verdadera esencia y se humillará ante la naturaleza; sin embargo, es crucial que prevalezca el “parámetro suficiente”. Un ejemplo de este parámetro puede mostrarse con la generación más joven de los baduy del interior. Sólo se les enseñaron conocimientos y habilidades relevantes relacionados con la agricultura y la conservación de los bosques. Y lo que es más importante, se les enseñó a tomar y tener sólo lo que necesitaban. Nada más y nada menos.
A primera vista, la sabiduría que aportan sus antepasados parece irrelevante para nosotros, que vivimos en las ciudades donde se predica el progreso. Sin embargo, al vivir en la era de la crisis climática, que es el subproducto de la amnesia de la humanidad al parámetro “suficiente” en todos los aspectos, descubrí que la sabiduría indígena es el verdadero antídoto para todos nosotros. Especialmente el significado central detrás de las enseñanzas de los ancestros baduy.
No sería sorprendente ver a la gente urbana viendo esta sabiduría como “atraso” que sólo suprimía su “libertad de elección”. El contraste también puede crear interminables preguntas y discusiones. ¿Cómo aprender de las culturas indígenas, como la baduy, y poner en práctica lo aprendido a diario? Y lo más importante, ¿serán necesarios cambios radicales?
Volvamos a las historias de los ancianos. Los Karuhun, que significa antepasados de los baduy, ya habían predicho que habría una época con muchas catástrofes a medida que el mundo se acelerara hacia la progresión moderna. Creyeron en esta idea al ver el impacto de la globalización, que supone la degradación de la conexión de la humanidad con la naturaleza. Incluso ellos tienen su propia interpretación del concepto de pandemia. En la creencia Sunda Wiwitan, hay seres sobrenaturales que residen en el bosque llamado Dangiang. Una vez que los humanos destruyan su bosque, que era su hogar, los Dangiang se enfurecerán y maldecirán el asentamiento cercano con ciertas enfermedades. Un concepto de pandemia predicho por los antepasados hace cientos de años. Para ellos, cada plaga es un castigo porque destruimos el medio ambiente; sin embargo, son oportunidades y recordatorios para que hagamos una introspección.
Pero, ¿qué significa para nosotros? ¿Qué relevancia tiene para nosotros, que nos sometemos plenamente a la ciencia? ¿A cuál debemos creer, al virus o al Dangiang? ¿A la ciencia o a las historias místicas? Al final, buscar la respuesta de cuál de las dos tiene toda la verdad sólo conduce a otro debate interminable y sin sentido que no encontrará ninguna luz al final del túnel. En este contexto, permítirme citar a uno de mis antropólogos favoritos, Wade Davis, con sus perspicaces estudios sobre la relevancia de las culturas indígenas. En su libro The Wayfinders: Why Ancient Wisdom Matters in The Modern World, afirma: “La medición completa de una cultura abarca tanto las acciones de un pueblo como la calidad de sus aspiraciones, la naturaleza de las metáforas que impulsan sus vidas. Un niño educado en la creencia de que una montaña es la morada de una deidad protectora será un ser humano profundamente diferente de un joven educado en la creencia de que una montaña es una masa inerte de roca lista para ser explotada”.
Según él, debatir qué es verdad y qué es un mito será una discusión interminable en el contexto de la cultura indígena y moderna. Pero lo que todos podemos examinar honestamente son las repercusiones reales de esa cultura. Uno ve la naturaleza como una entidad espiritual, y otro la ve como un objeto muerto. Los productos finales son la verdad. Una verdad que sólo puede verse a través de la eliminación de las lentes de la sociedad moderna. Me gustaría decir que el mensaje del pueblo baduy es una metáfora, que nos recuerda que debemos aprender y desaprender. A restablecer nuestra interconexión, como antes nuestros antepasados. Y a ser conscientes de que la forma de pensar de nuestro mundo moderno es sólo un modelo de realidad de muchas otras realidades.
Si tenemos que buscar el nexo común entre todo esto, se puede decir que todas las culturas indígenas nos enseñaron una cosa claramente: Algo que es excesivo nunca es bueno. Y así es como acabamos aquí, en la era de la crisis climática. Hemos perdido ese parámetro del “suficiente”. Nuestra cultura moderna sólo nos enseñó a seguir acelerando y progresando sin conocer los resultados y las consecuencias. Olvidamos que no podemos tener un crecimiento infinito en un planeta finito.
Como nos recuerdan los Karuhun, el cambio sigue siendo posible. Quizá la cuestión ya no sea si es posible o imposible. Más bien, ¿queremos realmente el cambio o no? El cierre de este artículo puede servir de reflexión sobre el incierto futuro que nos espera.
Permitidme citar unas líneas de Pikukuh Karuhun (Sabiduría de los antepasados) de Kanekes:
“Gunung teu meunang dilebur. Lebak teu meunang dirusak.”
Las montañas no pueden ser destruidas. El valle no puede ser manipulado.
“Lojor teu meunang dipotong. Pondok teu meunang disambung.”
Los largos no pueden ser cortados. Los cortos no pueden ser conectados.
“Nu lain kudu dilainkeun. Nu ulah kudu diulahkeun.”
Lo que no debe, debe ser abolido. Lo cual no debe, debe ser negado.
“Nu enya kudu dienyakeun.”
Lo que es correcto, debe ser justificado.
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