Favela Rocinha
Entrando en la Favela Rocinha, Rio de Janeiro
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Por Gabriel Álvarez

Siempre sentí una especial atracción por Brasil. Desde muy joven tenía un gran curiosidad por conocer esa alegre cultura y de visitar un país con una gran inmensidad de atractivos naturales, desde la mayor selva del mundo hasta una costa repleta de envidiables playas tropicales. Pero si tenía que elegir un primer lugar por donde empezar, sin ninguna duda este sería Rio de Janeiro. Antigua capital brasileña y ciudad mundialmente conocida por su emblemático carnaval, la samba y por su ambiente constantemente festivo.

Tomé un vuelo directo desde Londres a Río de Janeiro y después de unas de 9h de vuelo aterricé en la ciudad carioca. Ésta también era mi primera visita a América Latina, por lo tanto una vez fuera del aeropuerto todo lo que había escuchado relativo a la inseguridad de este continente quiso tomar el control de mi cuerpo aunque fuera por un pequeño instante. Pero entre la amable conversación con el taxista y la perspectiva nocturna de la ciudad pronto la intranquilidad dio paso de nuevo a la emoción e ilusión de estar en aquel mágico lugar.

Los primeros días exploré las calles por mí mismo, ya que hasta un par de días más tarde no me encontraría con mis otros amigos gallegos. Visité algunas zonas turísticas como el centro de la ciudad, el barrio de Lapa, la Catedral metropolitana o el Pão de Açúcar, aunque también intenté perderme entre calles menos transitadas para intentar ver la forma de vida mas local. Me llamó la atención la gran diferencia que había entre algunos barrios, en muchos de ellos la gente vivía de forma muy humilde mientras otros estaban repletos de grandes mansiones con altos muros y servicio de vigilancia. Si hay algo que muchos países de America Latina tienen en común, y en futuros viajes al este continente vería con mis propios ojos, es la desigualdad, y Brazil no es algo distinto.

Photo by Raphael Nogueira

Unos días después, cuando me encontré con mis amigos yo ya sentía que me había acomodado a estar en aquel lugar, ya había hecho amistades en el hostel y conocía un poco mejor como moverme en aquella ciudad.

Casi a modo de guía fuimos ya juntos a la zona de playas, quizás a nadie les suene el nombre de Copacabana o Ipanema, o quizás sí, haha, pero sea por el motivo que sea es una visita imprescindible si visitas Rio de Janeiro. Estos barrios y junto a sus playas son dos de los barrios más ricos de la ciudad. Copacabana, por ejemplo, sufrió una gran especulación inmobiliaria a partir de los años 60 uniendo familias de distintas clases sociales en un pequeño territorio entre la montaña y el mar. A su vez hoy, es fácil ver ese mismo efecto de una forma distinta, locales y turistas de todas partes del mundo se juntan en estas playas, unos para disfrutar del sol o bañarse en sus aguas y otros como formas de ganarse el pan de cada día intentando vender productos locales. Es muy fácil ver a gente que baja cargados desde las favelas para preparar caipirinhas a los turistas o  para recoger latas vacías que luego venden por kilo.

Al ver a está gente recordamos que nos habían ofrecido en el hostel una visita a una favela cercana. Favelas son aglomeraciones de viviendas precarias construidas en torno a grandes ciudades en Brazil. Y aunque esta forma de turismo es éticamente cuestionable decidimos visitar este lugar y conocer estos lugares de una forma más directa.

Nos recogieron en el hostel en un pequeño autobús y nos llevaron dirección a la favela Rocinha. Después de no más de 45 minutos llegamos a la parte más alta de este barrio. Según nos contaron estábamos visitando la favela más poblada de Brasil, que cuenta con más de 100.000 habitantes.

El lugar donde está localizado este barrio, no hace mucho, era un denso bosque en el que se situaba una antigua hacienda con plantaciones de café y distintas hortalizas. A principios de 1930 los primeros habitantes aparecieron, construyendo unas pocas viviendas y dividiéndose las tierras de la hacienda. Este proceso se aceleró a partir de la década de 50 cuando se produjo una gran emigración de la zona noroeste de Brasil, y durante los 60 y 70 los grandes proyectos viales crearon muchos empleos en la región atrayendo aun más emigración ¨nordesina¨ y expandiendo la favela hacia las laderas de los cerros sin ningún tipo planificación urbana.

Empezamos a caminar entre calles muy estrechas y sombrías en sentido descendente mientras nuestro guía nos iba explicando la forma de vida y los problemas que aquella gente enfrenta en su día a día. La falta de infraestructura como es el saneamiento publico es una da las causas que hacen que este barrio sea uno de los principales focos de tuberculosis del país, y aunque a base de movilizaciones sociales han conseguido algunos progresos, como mejoras en el servicio de transporte, escuelas o centros de salud, todavía un alto número de sus habitantes viven en extrema pobreza.

Durante nuestra travesía nos invitaron a visitar algunas viviendas donde nos preparaban comida o nos mostraban algún tipo de artesanía que ellos fabricaban, incluso nos mostraron bailes callejeros de modo improvisado. Nuestro guía nos explicó que los locales en un principio eran escépticos al ver grupos de turistas en sus calles, pero poco a poco estaban empezando a verlo de forma diferente, ya que sentían que era mejor vivir con turismo que con otro tipo de actividades como el narcotráfico, algo muy extendido en aquel lugar. Esto lo pudimos ver poco tiempo después. En una pequeña plaza cercana había varios adolescentes portando armas de forma muy natural y supimos que a edad muy temprana estos chicos eran tentados a trabajar con este tipo de negocios.

Por otra parte también nos hablaron de distintas agrupaciones de dentro y fuera de la favela que estaban desarrollando distintos proyectos para ayudar a la comunidad. Concretamente nos llevaron a una escuela infantil donde un grupo de niños nos recibió con sus enormes sonrisa. Profesores voluntarios hacían hincapié en la importancia de una educación para aquellos jóvenes, ya que esto podría ser la clave para que pudieran decidir su propio futuro.

Casi llegados a la zona más baja de la favela una imagen llamaba la atención en el paisaje, eran los lujosos edificios del barrio de São Conrado sobresaliendo por detrás de las últimas deterioradas casas. Era una sensación extraña, justo a unos metros de allí se situaba uno de los lugares con mayor indice de desarrollo humano de la ciudad, lleno de chalets, piscinas y campos de golf. Me pregunté como se sentirían los habitantes de la Rocinha viendo ese panorama cada día.

Esta era sin duda otra cara de Rio de Janeiro, la famosa ciudad de la samba y del carnaval. Quizás un microcosmos que podría representar América Latina, incluso diría nuestra sociedad.

Todo lugar tiene su lado bueno y su lado malo, Rio de Janeiro no es algo distinto, a pesar de todos los contrastes de esta ciudad, siento que Río nos acogió con el corazón abierto, su alegría constante nos abrazó durante todo el viaje y los últimos días en Rio disfrutamos entre la calidez de los cariocas, sintiendo las emociones de un partido de futbol en el mítico estadio de Maracaná y viendo ponerse el sol en el morro Dois Irmãos.

Atardecer en Ipanema