Guajiro in Valle de Viñales
Guajiro recogiendo hojas de tabaco en el Valle de Viñales. Foto por Henrique G. Hedler
Cuba a Pie
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Por Henrique G. Hedler

Diles a tus amigos que te vas de viaje a Cuba, y te advertirán que estás a punto de visitar un país autoritario y peligroso donde temen a los estadounidenses como en ningún otro lugar del mundo. Aunque Cuba sigue siendo un régimen comunista, pocos saben que la isla es una de las naciones más seguras de América Latina, con una cultura rica y única, y lo mejor de todo es que les encantan los extranjeros. Sin ningún interés en visitar los destinos turísticos de Cuba, alojarme en complejos hoteleros de lujo o contratar excursiones privadas, decidí explorar el país con estilo: Viajando a pie.

En esta historia, compartiré con vosotros una página de mi diario de viaje: Un día en Pinar del Río, la región tabacalera de Cuba.

Toc-toc: El sonido de la puerta era sólo un recordatorio de que era hora de despertarse. Me levanté del saco de dormir, cogí mi cámara y salí de la habitación. Había pasado la noche en una escuela pública a las afueras de Viñales, una ciudad agrícola de Pinar del Río, en el oeste de Cuba. El guardia, un hombre alto con barba desgreñada, tuvo la amabilidad de dejarme dormir en una de las aulas vacías. Por ley, los extranjeros sólo deben alojarse en casas u hoteles asignados por el gobierno, pero con mi presupuesto de 10 dólares al día, confié en la generosidad de la gente para conseguir un lugar donde dormir. Los cubanos son conocidos por su hospitalidad, y con razón.

El desayuno fue pan, mantequilla y una taza de café, y luego me puse en marcha. A medida que salía de la ciudad, los edificios en ruinas se desvanecían, dando paso a una de las vistas más pintorescas que he experimentado nunca: Acantilados escarpados, un cielo azul brillante y las ocasionales vacas trabajando en los campos. Por una buena razón, Cuba es bien conocida por su naturaleza.

Mi primera parada fue una granja de tabaco en las afueras de Viñales. A trompicones, me presenté al guajiro (agricultor en español de Cuba) y le pedí permiso para ver su finca; era el momento álgido de la cosecha de tabaco, así que había muchas cosas que ver. Me recibió con un apretón de manos y una sonrisa. Juan estaba curando sus hojas en pesadas pilas dentro del granero, donde las cuelgan durante varias semanas. El cultivo del tabaco es un trabajo duro y un proceso que requiere mucho tiempo: Las hojas se cosechan, se curan, se fermentan y, finalmente, se utilizan para fabricar el todopoderoso puro cubano.

Nacido y criado en Cuba, Juan tiene una intrigante historia de vida que ocupa un lugar especial en mi corazón. Su hermano murió en la guerra civil de Angola, y su hija estaba estudiando medicina. Cuba es quizás uno de los únicos países donde la hija de un guajiro tiene la oportunidad de aprender, estudiar y eventualmente convertirse en médico. Aquí la educación no es un privilegio sino un derecho, y así debería ser.

Mientras trabajaba, hablamos sobre la política y la historia de Cuba. Dijo que en los años 70 la economía “iba muy bien” gracias a las subvenciones de la Unión Soviética. Hoy, sin embargo, las luchas económicas de Cuba y la escasez de carne, pasta de dientes y otros productos esenciales se extienden por las zonas rurales. Un trabajador agrícola como Juan gana unos 25 dólares al mes. A pesar de los desafíos, se muestra optimista sobre el futuro y siempre pone una sonrisa en su rostro.

Me hubiera encantado quedarme todo el día charlando, pero tenía un largo camino por delante, unos 25 kilómetros que recorrer ese día.

Viajar a pie en la mayoría de los países puede ser una experiencia desafiante o incluso temeraria. Pero aquí no. Apenas hay tráfico en las zonas rurales de la isla: La gente va a pie, en carros de caballos o en autobuses públicos. Rara vez se ven coches en la carretera, sobre todo a causa del embargo estadounidense. Se cuenta que en 1962 el presidente Kennedy promulgó el embargo comercial y, desde entonces, la isla no ha podido importar productos de Estados Unidos ni de sus aliados. Sin embargo, lo que los medios de comunicación no expusieron, es que antes de imponer la sanción, Kennedy llamó a su secretaria para comprar 1.200 cigarros cubanos.

Las pancartas con imágenes de Fidel y los carteles de “Patria o Muerte” son omnipresentes en los bordes de las carreteras como recordatorio de que el espíritu de la Guerra Fría sigue vivo. En última instancia, lo que me llamó la atención fue el espíritu de generosidad, apertura y calidez del pueblo cubano. No era raro que los habitantes de los hogares me invitaran a sus casas cuando pasaba por allí. La idea de tener gente de fuera en casa era atractiva, pero también estaban genuinamente interesados en ofrecer agua, comida o cualquier cosa que tuvieran para compartir. Yo contribuí, dándoles ropa y otros pequeños artículos básicos que llevaba en mi mochila. Desconcertados por mis planes de viaje, los lugareños casi siempre hacían la misma pregunta: “¿Por qué atraviesas nuestro país a pie?”.

Viajar a pie puede parecer extraño, o incluso revolucionario, pero así tuve la oportunidad de ver Cuba a través de los ojos de su gente. Fidel Castro dijo una vez que los extranjeros “no entienden que nuestro país no es sólo Cuba; nuestro país es también la humanidad”. Sus palabras inspiraron a millones, y con eso en mente, seguí caminando.

Mural del Che en Cuba
Foto por Henrique G. Hedler.